Navegando por la red me he encontrado con una sección del
Portal de la Unión Europea que cuenta las
vivencias de 30 antiguos estudiantes Erasmus (cada uno de un país) durante su estancia en el país de destino, de cómo les ha cambiado la vida y en que se ha convertido su vida profesional y personal tras esta experiencia. Aqui os dejo algunos retazos, pero si teneis tiempo os animo a leerlos todos.
El espíritu Erasmus no es fácil de explicar a los que no han vivido esta experiencia: afortunadamente, en la actualidad hay al menos un millón de personas que pueden comprenderme.
Al volver a casa me puse a pensar en Hungría, en lo que sabía de ese país: Budapest, una gran ciudad, gris, antigua, gente pobre, tiendas baratas, telón de acero, comunismo ..., de repente, me dije a mí misma: «¿Sabes qué? Es nuestro país vecino y no sabes nada de él».
En esos tres meses, me familiaricé también con las costumbres suecas. Aprendí a alimentarme de knäckebröd (pan crujiente) y de filmjölk (yogur líquido), pero también a saltar completamente desnuda en un lago a 17 grados al salir de una sauna. Tras este estrecho contacto con la naturaleza, empecé a enamorarme de Suecia. Desgraciadamente, en noviembre de 1992, tuve que dejar Estocolmo y regresar a Bruselas para continuar mis estudios de medicina.
No considero el tiempo que pasé en Irlanda como una mera experiencia del pasado que contribuyó a la evolución de mi carrera, sino como una base esencial de conocimientos que me proporcionó el entorno internacional en su conjunto. Desde que volví, he deseado seguir ampliando esos conocimientos, y sigo planteándome desde nuevas perspectivas la relación que existe entre la Comunidad Europea y el entorno social e industrial de la República Checa.
Lo que empezó como un proyecto de estudios evolucionó hasta convertirse en un auténtico proceso de diseño.[...] El resultado es que, a comienzos de este otoño, el teléfono empezará a venderse en tiendas de toda Europa. En mi país nunca habría podido surgir una posibilidad así.
Después de haber estudiado en el extranjero, estoy seguro no sólo de que puedo vivir y trabajar en otro país europeo y con personas de diferentes orígenes culturales, sino, lo que es más importante, de que puedo disfrutar de esa experiencia.
En el University College de Dublín (UCD) pude familiarizarme con la cultura universitaria irlandesa y con un enfoque más práctico de la enseñanza universitaria y de los exámenes.
Ahora siento que Europa es mi casa, y no me cuesta decidir marcharme a cualquier parte del continente, sin que me asalten las dudas que tenía antes de mi experiencia Erasmus.
Adopté también algunas costumbres culturales, como la de ir a la famosa sauna finlandesa. El vivir durante cuatro meses en un país totalmente diferente a 3 000 km de mi casa me enseñó a ser tolerante y a aceptar a otras naciones.
Al principio estaba bastante acongojado, sobre todo porque los libros y las clases eran en griego. Sin embargo, mis tutores me aseguraron que no tenía de qué preocuparme. El que estuviera a gusto en su país y me llevara a casa un buen recuerdo era tan importante para ellos como para mí.
Fantásticas meriendas en el campo, viajes divertidísimos, fiestas estupendas, y libros, libros y más libros. Al principio me preocupaba no ser capaz de dominar en tan poco tiempo la terminología jurídica en ramas y temas del Derecho radicalmente diferentes, pero al final del semestre mis preocupaciones habían desaparecido.
Todas estas experiencias no sólo me han inspirado, sino que, además, creo que con ellas me ha sido más fácil alcanzar mis ambiciones profesionales, pues me han dado un bagaje que resulta esencial en el ámbito de la internacionalización.
En cualquier caso, aparte de todos los conocimientos científicos que podemos adquirir con el programa ERASMUS, creo que lo más importante es la experiencia humana y las relaciones que se crean, que duran toda la vida.
Es sábado, hoy no hay correo pero quedan 3 días para que parta a Reykjavik y aún no ha llegado la documentación necesaria para mi estancia Erasmus.