Podría hablar de que tengo un examen en una semana y
el libro que necesito no está en ninguna librería ni lo devuelven en la biblioteca cuando tenían que haberlo hecho el domingo (que abren); podría hablar de los nuevos bares que estamos descubriendo; de la fiesta del sábado pasado donde no cabía ni un alfiler; que no paro de conocer islandeses que hablan perfectamente castellano; del islandés que conocí que habla perfectamente castellano (estuvo año y medio en Valencia), inglés (dicho por una inglesa), perfecto alemán (según un austriaco) y por supuesto islandés... como envidio a los políglotas.
Pero voy a hablar que tras estar casi 4 horas delante de un ordenador de la biblioteca (porque en casa no me cunde) sin gafas porque me las había olvidado; he vuelto a casa a las 9 de la noche dando una vuelta porque necesitaba airearme y como me era imposible aguantar el viento que hacía, llegando a pensar que me iba a cuartear la cara de lo cortante que era (me recuerda al cierzo de Zaragoza) me he puesto a callejear para así poder seguir peleándome con los cascos porque no les daba la gana de quedarse quietos en mis oídos (ahora entiendo porque los escandinavos llevan esos auricurales tan enormes) he llegado totalmente helada al portal de casa. En la puerta me he dado cuenta que se me había olvidado las llaves de casa (por segunda vez desde que llegué) y el móvil por lo que esta vez no podría decirles a mis compañeras de piso que me avisaran cuando fueran a llegar.
Me he ido a la guesthouse donde vive Silvia la catalana y una pequeña representación española y me he encontrado que cómo habían venido unos amigos de un italiano estaban cocinando una cena para 15 personas. Gracias a que llevaba la hoja que mis compañeras de piso me dieron con sus teléfonos cuando
se fueron de vacaciones por si pasaba algo, he podido enviar sendos mensajes de texto a sus móviles.
Les he dado tanta pena (mi cara de frío es bastante convincente) que me han dado un té de limón con miel y me he quedado a cenar (150kr de escote). La cena, como siempre que cocina un italiano deliciosa (pasta con parmesano y verduras y salmón con patatas)
Tras la cena nos hemos dado cuenta que una de mis compañeras de piso había mandado un mensaje diciendo que iba a ir a casa pero sólo cinco minutos, snif, snif, ya me veía durmiendo en el sofá. Mientras unos se ponían a jugar en la PlayStation que otro italiano se trajo, cuando no tiene televisión en casa, otros fumaban en la calle (está prohibido fumar en sitios públicos, aunque en los bares aún está permitido) me he puesto a ver como jugaban una partida del campeonato de parchís por parejas que han montado. Como se estaba haciendo demasiado tarde he decidido llamar a una de ellas al móvil desde una cabina y la pobre me ha dicho que estaba en casa y se estaba durmiendo; asi que rauda y velóz me he ido a casa.
Parchís casero, bueno, bonito y baratoPD: una de Alicante ha dicho que mañana nieva...