Pues sí, aunque nadie lo crea todavía no había nevado en Reykjavik (al menos que yo sepa). El viernes se pasó todo el día nevando y como todo lo que suele caer del cielo en este país caía haciendo remolinos. Me entró pereza y como no tenía clase hasta la noche no salí de casa. Hubo quien me recomendó meterme piedras en los bolsillos ya que hacía mucho viento y cuando pasé por delante de la iglesia me acordé de ellas ya que hubo momentos que pensé que el viento se me llevaba de paseo.
Pero el paisaje y la suavidad al pisar en la nieve recompensó el tener que llevar guantes, gorro de lana, braga militar y el gorro del abrigo dejando sólo a la vista mis ojos. El sábado dejó de nevar y me fui al mercado de los fines de semana a comprar pescado y una lámpara de segunda mano. A la vuelta hice algunas fotos del lago (que cada vez está más helado) y sus patos hambrientos que te perseguían esperando que les tiraras algo de comer. Además el tiempo acompañaba e incluso por la noche a penas hacía frío.
No sé si al ser fin de semana la limpieza de las calles va más despacio, pero en algunas calles sólo está limpio cuando hay un bar, restaurante u hotel. En las zonas de sombría se han creado peligrosas pistas de hielo.
Por cierto, sé que este fin de semana se cambiaba la hora, pero aquí son muy chulos y no se cambia por lo que hasta la próxima primavera sólo habrá una hora menos de diferencia.
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