Se podría decir que hoy cumplo un año. Desde entonces la pregunta de todo el mundo es, ¿qué tal la pierna?. Pues mucho mejor, si no fuera por las pastillas a las que día a día me siento más encadenada no me acordaría de todo aquello. Se supone que esto se va a acabar antes o después, pero a veces no consigo ver el final del túnel. Cuando empezó el tratamiento no me quisieron decir la duración del mismo ya que es algo muy relativo. Me vine a Islandia sin saber la evolución de la misma ya que la última prueba me la hicieron en febrero y la médica estaba tacaña y consideró que era bastate improbable que estuviera curada. A ella le daba igual si la prueba me la hacía un mes antes o un mes después, pero que fuera cuando fuera a cumplir un año; ella no se tiene que preocupar de:
- no darse golpes y por ello no poder jugar al baloncesto
- no hacerme heridas
- no beber
- no poder tomar muchísimos medicamentos
- no tomar el sol
- si un día no he andado comerme la cabeza
- preguntar cuando hay una excursión si vamos a subir alguna montaña
- controlar los moratones
- tomarse la pastillita de la vida
- siempre que vaya a un médico contarle lo que me pasa para, si fuera necesario, tomar un procedimiento distinto
En España no me haré la prueba, si no hay ningún problema hasta navidades. Pero estoy harta y le voy a pedir a mi médico de cabecera de aquí que me haga un volante para poderme hacer esa prueba. Así llegaré a España sabiendo a que atenerme y si estoy bien que me quiten la puñetera medicación. Cuando vuelva a España ya me devolverán el dinero y se acordarán de su tacañería.
Lo que sí que tengo claro es que una de las razones por las que solicité venirme a Islandia de Erasmus fue por la pesadilla que viví.
Bastione Constantine escribía la semana pasada:
Todos tienen algún motivo para estar aquí, como si detrás del mítico aprender inglés, se escondiera una razón oculta, un deseo de libertad, de alcohol o de huir de la misma mierda de siempre.
Primero huí del hospital (los médicos me dieron a elegir quedarme un fin de semana más), después de Soria (sin estar del todo recuperada me fui a Madrid) y luego me vine a Reykjavik. Como le contesté, yo también huía de algo pero me he dado cuenta que los fantasmas están conmigo. Al menos me he demostrado a mi misma que puedo seguir adelante, ahora sólo me falta dejar de dar pena.