1 año, un mes y 22 días ha sido la condena que tuve que cumplir por enfermedad. Cierto que esto, dentro de la gravedad no me ha impedido irme de viaje a
Finlandia y llevar desde agosto de Erasmus en Reykjavik (Islandia). Pero no todo fue sencillo y
tuve momentos duros ya que psicológicamente no podía más.
El 22 de diciembre tuve mi lotería de navidad personal ya que me hicieron una ecografía y me dijeron que mi pierna estaba correctamente, pero que me esperara a la cita de mi médico para tomar medidas. A la médica conservadora que me había llevado desde que todo comenzó se le había acabado el MIR y en su lugar estaba uno que durante mi estancia en el hospital bauticé como el panoli por sus comportamientos. El panoli me dijo que aunque todo estaba bien, que no retomara del todo mi vida normal ya que hasta que no supieramos porque me pasó aquello no se podía tomar una decisión. Hoy el médico especialista me ha dicho que el episodio ha acabado y que estoy buena (bueno, esto último me lo digo yo, pero es lo único que me queda de este semitrauma que he vivido).
Ahora mi miedo se centra en no emborracharme. Cuando esto me pasó había aprendido a disfrutar del sabor de la bebida, a tomarme una cerveza o un ron con tranquilidad. Cierto es que los años me habían permitido asimilar bien el alcohol (que no fuera de garrafón) y me tomaba las copas consciente de mi límite y sin buscar emborracharme. He demostrado a todo el mundo y sobre todo a mi misma que puedo divertirme, conocer gente y salir hasta medio día si me apetece. La verdad es que muchas personas se han sorprendido de ello, pero como siempre digo, soy animal nocturno y me gusta la noche.
El estar en el lado abstemio me ha convertido en muchos casos en la que contaba al día siguiente lo que había sucedido la noche anterior en momentos de no lucidez de la gente que me acompañaba. A la vez he visto cómo la gente cambia, se vuelve agresiva o divertida y en el peor de los casos como no podían ni con su propio cuerpo y necesitaban ayuda para llegar a casa. A esto último es a lo que no quiero llegar.
Desde que me puedo tomar una copa sin miedo, he ido bebiendo muy despacio y yo misma me sorprendo de las cantidades que me he tomado sin llegar a emborracharme porque pensaba que con una simple cerveza acabaría muy borracha. Ahora toca la prueba de fuego, volver a Islandia. Un país donde el concepto disfrutar de la bebida no existe y no se entiende, ya que si bebes es para emborracharte. En parte entendible si tenemos en cuenta que encabezan junto con Groenlandia y Finlandia el ranking de países con más problemas de alcoholemia del mundo.